26 abr 2012

La manzana de la discordia (I): Casa Amatller



No podemos hablar de Modernismo sin hacer una mención especial al conjunto arquitectónico compuesto por tres de las casas modernistas más impactantes y fotografiadas de todo el Paseo de Gracia.
Tres de los más prestigiosos y codiciados arquitectos modernistas compitieron tanto en técnica como en imaginación para hacer destacar su obra por encima de las demás. No hay que olvidar que en aquel momento los arquitectos vivían de los encargos de los burgueses más adinerados e influyentes, y por tanto, sus construcciones debían ser un reflejo de este poder adquisitivo y estado social.
Hablamos de arquitectos tan prestigiosos como Domènech i Muntaner, autor de la Casa Lleó-Morera, Puig i Cadafalch y la Casa Amatller, y por último la archiconocida Casa Batlló de Antoni Gaudí.

He decidido comenzar por la Casa Amatller, porque de los tres arquitectos, quizá sea Puig i Cadafalch el menos conocidos.
Para entender la trayectoria de Puig i Cadafalch (1867 – 1957) hay que tener presente su formación como historiador del arte y arquitecto, sin olvidar su activa  participación en política (fue nombrado presidente de la Mancomunidad de Catalunya, un primer ensayo de gobierno autonómico). Gran apasionado del arte románico catalán y gran defensor de una identidad y cultura catalanas, quiso imprimir a sus obras un carácter moderno, basándose en el arte tradicional (el arte medieval simboliza el mayor momento de esplendor de la cultura catalana), y para ello no escatimó en el uso de los materiales y técnicas más novedosas, convencido de que el Modernismo representaba el nuevo momento de esplendor social y cultural que experimentaba Cataluña.

Fue en este momento de identificación social con los sentimientos nacionalistas, que el industrial chocolatero Antoni Amatller le encargó a Puig i Cadafalch la remodelación del edificio que había adquirido en el corazón de Paseo de Gracia. Para entonces, Puig i Cadafalch ya habría terminado la construcción de la Casa Martí (els Quatre Gats), cuya arquitectura con reminiscencias medievales complacieron sobremanera al señor Amatller.
Puig i Cadafalch había creado una lectura muy particular del gótico, y no dudó en darle a la Casa la apariencia de palacio gótico urbano. Para ello elaboró una fachada de influencias nórdicas, decorada por relieves de estucos ocres y blancos, coronada por un impresionante frontón flamenco con una exuberante decoración, donde no faltan las gárgolas.
casa Amatller
La fachada, considerada por algunos expertos como “la apoteosis de las artes decorativas”, tiene más mérito si tenemos en cuenta que el lenguaje gótico se había convertido en un modelo de arte casi residual, por considerarse demasiado clásico en comparación con las nuevas posibilidades decorativas.
Entre los elementos decorativos, les recomiendo dedicar especial atención a las alusiones al  nombre de la familia (As mayúsculas y ramas de almendro), a la actividad profesional del propietario (industria, chocolate y economía), a sus aficiones (música, viajes) y a los símbolos y tradiciones catalanas (destacar la figura de San Jorge -patrón de Catalunya y una de las festividades con más tradición- matando al dragón, obra de Eusebi Arnau) y la Princesa y el dragón.

Más de cincuenta industriales, artistas y artesanos, bajo la dirección de Puig i Cadafalch, hicieron posible la remodelación integral de la Casa Amatller en poco más de año y medio.


Por desgracia, el hecho de que siempre haya tenido unos horarios de visita muy reducidos no ha contribuido a darse a conocer. Si tras leer este artículo les apeteciera descubrirla, temo darles una mala noticia. En breve comenzarán las obras de restauración de este emblemático edifico, por lo que las visitas quedan anuladas hasta nuevo aviso. Pero no todo va a ser malo. Para consolarles, decirles que la planta baja alberga una tienda de chocolates, donde pueden adquirirse chocolatinas riquísimas decoradas con detalles y estampados modernistas (algunas recrean la fachada de la Casa Amatller pastilla a pastilla), y el vestíbulo puede visitarse. No tiene desperdicio, atención a la luz tamizada a través de las coloristas vidrieras, el antiguo interfono y el trabajo en madera. Es gratis, y servirá para hacerse una idea hasta que la Casa Amatller vuelva a abrir sus puertas a las visitas, como hiciera un siglo atrás.


Espero que les haya gustado la visita, nos vemos en Barcelona modernista.

Saludos,
Lorena Pallás


19 abr 2012

El Castillo de los Tres Dragones


Este curiosísimo edificio podríamos definirlo como uno de los primeros ejemplos del Modernismo barcelonés. Es por ello que queremos dedicarle una mención especial, ya que es una pieza clave para entender los cambios que experimentó Barcelona en el siglo XIX.
Está ubicado en el Parque de la Ciudadela (Parc de la Ciutadella), uno de los parques más encantadores de la ciudad. Como su nombre indica, el lugar había sido ocupado por una ciudadela militar, construida a principios del s. XVIII tras la derrota de Barcelona en la Guerra de Sucesión: Barcelona había dado su apoyo a los Habsburgo, en lugar de a los Borbones, y tras un largo asedio, la ciudad cayó bajo el dominio Borbónico. El nuevo rey, Felipe V, castigó con mucha dureza la falta de lealtad de los barceloneses, e hizo construir la Ciudadela -junto con las nuevas murallas y el castillo de Montjuïch- para controlarla y reprimirla militarmente.
A mediados del S. XIX, debido al crecimiento natural de la ciudad, el gobierno de Madrid se avino a derruir las murallas para permitir esta expansión urbanística. Y es así como nacieron el Parque de la Ciudadela y el Ensanche (Eixample).
Antes de convertirse en parque, los terrenos fueron sede de la Exposición Universal de 1888, con lo que se pretendía dar a conocer la ciudad a nivel internacional, y mostrar al mundo el potencial de su incipiente industria.
Para albergar a los turistas de la Exposición, Lluís Domènech i Montaner se encargó de construir el Hotel Internacional, y el Café - Restaurante de la Exposición, dos de sus primeros edificios. El hotel, desgraciadamente, se trató de una construcción efímera, y una vez terminada la exposición se derruyó. El Castillo de los Tres Dragones era el Café-Restaurante, una construcción que tuvo más detractores que admiradores debido a su apariencia de fortaleza.
castillo de los tres dragones
Para la época debió resultar muy osado levantar una fortaleza como  lugar de recreo, ya que la crítica alabó la simetría y la bella austeridad del edificio, pero reprochó al arquitecto Domènech haber olvidado la función lúdica del edifico, es decir, que el continente no se correspondiera con el contenido.
De ahí que se bautizara con el irónico nombre del Castillo de los Tres Dragones, pues era el título de un drama romántico medieval considerado más un divertimento que literatura con mayúsculas.
Todo el edifico está realizado en ladrillo visto de tradición mudéjar, técnica muy poco habitual en la época, cuya decoración se reduce a un friso decorado con escudos cerámicos en blanco y azul, donde pueden verse diferentes figuras femeninas y masculinas. Entre ellas destaca la del marinero bebiendo ginebra, la de la payesa exprimiendo un limón, y una señorita bebiendo champán. De la austera fachada sobresalen cuatro altas torres en forma de almena, decoradas con cerámica vidriada amarilla, entre las que destaca la Torre del Homenaje y su pináculo en hierro forjado de influencia gótica.
Hasta hace poco albergó las colecciones de zoología del museo de Ciencias Naturales de Barcelona. A día de hoy no se puede visitar el interior.
castillo de los tres dragones

No es sorprendente que el conjunto de almenas, el friso de escudos, los arcos de influencia catalana y árabe, y sobre todo, su aspecto sobrio se interpretara como un edificio más típico del Medievo que de la Barcelona modernista que todos tenían en mente.


Espero que les haya gustado la visita, nos vemos en Barcelona modernista.
Saludos,
Lorena Pallás

fotos: Jorcarma


13 abr 2012

Palacio Güell



Para inaugurar el blog, hemos elegido este edificio por ser uno de nuestros favoritos, y sobre todo, por ser injustamente de los menos conocidos de Gaudí. Hasta hace muy poco estaba restaurándose, y ahora, todo aquel que se acerque a descubrirlo, podrá disfrutarlo en todo su esplendor.
El palacio Güell (1886-1888) fue un encargo del industrial y conde Eusebi Güell, uno de los más apasionados mecenas del modernismo, y sobre todo, de la genialidad de Gaudí. Güell quiso conectar este palacio (calle Nou de la Rambla) con la Rambla a través de un patio interior, ya que por aquel entonces vivir en la Rambla era lo más elegante y exclusivo entre la burguesía catalana. Pero se equivocó, ya que con la caída de las murallas, la zona más exclusiva de Barcelona se trasladó al Paseo de Gracia, donde los burgueses más acaudalados empezaron a encargar sus palacetes en el estilo del momento.
Fue el primer encargo realmente importante de Gaudí, y puso todo su saber hacer en su construcción, sin para ello reparar en gastos, algo que disgustó a la esposa del industrial, y muy especialmente, al tesorero de los Güell.
Por pertenecer a su etapa más inicial, el palacio es mucho más sobrio que las obras que lo sucedieron, pero ya se aprecia un gusto por la innovación técnica y una tendencia a la creatividad fuera de lo común.
Por ese motivo considero esta visita casi obligada, ya que este palacio sintetiza muy bien todo el potencial de Gaudí como arquitecto, aún por consolidar, y la admiración y complicidad del intelectual Güell, que por entonces ya se había rendido a la genialidad del arquitecto.
No se dejen engañar por la sobriedad de la fachada. Es cierto que no es tan colorista ni espectacular como la casa Batlló, pero los arcos parabólicos de la entrada y el trabajo preciosista de forja rematada en las rejas ya es indicativo de lo que está por venir.
La visita a los establos, en el sótano del edificio, ya compensa el precio de la entrada por su impresionante dominio e innovación técnica. Me encantó descubrir que en la rampa de acceso, sustituyó la piedra por la madera para amortiguar el ruido de los caballos.
El interior del palacio es indescriptible, cualquier elemento aparentemente decorativo tiene una finalidad oculta, Gaudí no deja nada al azar, nunca. Llamativa la suntuosa decoración en los techos con artesonados y hierro forjado, la capilla privada donde los domingos asistían a misa, los discretos pasillos superiores para observar sin ser vistos, muy útil para que las hijas de los Güell  sopesaran a los pretendientes.
Pero lo mejor de lo mejor, su cúpula. Es como observar una noche estrellada. Gaudí perfora esta cúpula para que se filtre la luz natural, consiguiendo una iluminación casi mística. Esta cúpula está rematada por una veleta-pararrayos de hierro que da a la azotea exterior, una de las partes más interesantes de la visita.
Preciosas las seis chimeneas decoradas con cerámicas (la famosa técnica del trencadís), cristales y restos de un horno de cal. Todos ellos, elementos de desecho, que Gaudí reutilizó para transformar  el carácter puramente funcional de una chimenea en algo bello, digno de ser admirado. Estas serían las precursoras de las espectaculares chimeneas de la casa Batlló y casa Milà, un campo de pruebas ideal donde Gaudí pudo dar rienda suelta a su imaginación.
Espero que les haya gustado la visita, nos vemos en Barcelona modernista.
Saludos,
Lorena Pallás

fotos: Jorcarma

Más información: web Palau Güell

5 abr 2012

bienvenidos

Bienvenidos a Barcelona modernista.  Estamos trabajando para poder ofrecer una visión general sobre este movimiento artístico - cultural que tuvo una especial incidencia en la arquitectura catalana, especialmente en su capital, Barcelona. Para entender mejor cómo nació el modernismo y el impacto que tuvo en nuestra ciudad, nos remontaremos a sus orígenes en Europa, y daremos pinceladas de su legado en otros lugares de Cataluña y España.
En breve comenzaremos a publicar artículos divulgativos e imágenes movidos por nuestra pasión por el arte modernista y por la vertiente humanista que lo caracterizaba.
Esperamos seros de utilidad, gracias por estar ahí.

Saludos,

Jordi Carbonell
Lorena Pallás